Entonces,
pretender que si se producen y se envían a los 350.000
profesionales de la salud del país 10, 20, 30, 50 o 100 “guías”
se arregló el problema de la educación médica continua es una
utópica falacia.
Para comenzar,
para cubrir adecuadamente todas las enfermedades, procedimientos
diagnósticos y terapéuticos y medicamentos se requieren no
menos de 4000 “guías”.
Y quedaría por
resolver el problema de los costos de producción y de
mantenimiento de la actualidad de las guías.
Para calcular
los costos reales de las guías debemos basarnos en la
experiencia nacional e internacional que hemos conocido o vivido
en los últimos 15 años.
Como avanzan
las gestiones para que mediante un préstamo del BID (Banco
Interamericano de Desarrollo) el país compre las guías de
NICE, el Instituto Nacional de Excelencia Clínica de Inglaterra
y Gales, órgano gubernamental independiente pero adscrito al
Servicio Nacional de Salud (NHS), comenzamos por revisar los
costos de esas guías.
El NICE fue
fundado en 1999 e inició labores un par de años más tarde.
Tiene un equipo de productores, consultores y asesores que
revisan la literatura médica universal. En otras palabras, nada
secreto o especial que no pueda reproducirse. Es un modelo
interesante pero replicable.
El propósito
de NICE no es primordialmente educativo sino orientado a reducir
costos al negar que medicamentos o procedimientos que no sean
costo/eficientes sean cubiertos por el seguro médico nacional.
Algo loable pero que quede claro: educar en el sentido amplio
del vocablo no es el objetivo central. Mal podría serlo porque
una guía de manejo o una guía de evaluación de tecnología
tienen un espectro limitado.
NICE, expresó
hace poco en un editorial la editora del BMJ,
se ha convertido en un excelente negocio internacional para el
gobierno británico, como lo ha sido en años recientes la BBC
que exporta sus programas, tal como lo hacemos acá con las
telenovelas. De allí el interés de venderle las guías a países
sobre todo del tercer mundo.
De acuerdo con
información provista por el Presidente de NICE Sir Michael
Rawlins, en reunión en el BID en Bogotá el 22 de Septiembre
pasado, NICE gasta 300.000 libras esterlinas por cada guía
(unas sobre tecnología y otras sobre enfermedades) y ha
producido 600 en 10 años. Las guías son actualizadas periódicamente
a un costo adicional.
De manera que
si adquirimos las guías al costo nominal deberíamos prestar
para invertir algo así como mil millones de pesos por guía amén
de quedar casados con las actualizaciones. Aceptemos que con
generosidad nos otorgan descuentos especiales las 600 guías
costarían varios centenares de miles de millones de pesos, como
“cuota inicial” porque quedaríamos como clientes para las
guías que vienen.
En las leyes de
la reforma que hacen curso en el Congreso, se habla
reiteradamente de un NICE adscrito al INS. Excelente si queda
claro que el costo de producción debe ser muy limitado y no del
tenor de los gastos que hemos hecho en Colombia en la última década.
Las guías de
ISS/MinSalud y ASCOFAME (1996-1997) costaron algo así como 8
mil millones de pesos o unos mil millones de pesos de hace 10 años
por guía. Y “duermen el sueño de los justos” en la página
web de ASCOFAME sin que hayan sido actualizadas.
Las 3 guías
que hizo el PARS (Plan de Apoyo a la Reforma de la Salud) de
ingrata y costosa recordación (1998-2008) sobre Diabetes,
Enfermedad Renal Crónica y Diálisis y SIDA, se financiaron con
parte de los 63 millones de dólares de un préstamo del BID. No
sabemos cuánto costó cada guía pero puede colegirse que el
costo fue muy alto dada la inversión global. Tampoco han sido
actualizadas.
Finalmente, el
año pasado el Ministerio de Protección Social le entregó a
COLCIENCIAS los ingresos del chance (ETESA) a un tenor de 30.000
millones de pesos cada año para que “administrara” esos
fondos con destino a la preparación de un nuevo contingente de
guías de manejo basadas en la evidencia (las que en los
decretos-leyes de la Emergencia Social iban a ser de obligatoria
obediencia a riesgo de multas y cárcel).
Las primeras guías
tuvieron un costo de 500-750 millones de pesos, incluyendo la
primera, una guía para preparar las guías. De seguir ese plan
el costo global de guías tipo NICE sería de 400.000 a 500.000
millones de pesos sin contar las actualizaciones anuales.
Tanto las guías
foráneas como NICE y las guías criollas o mestizas tienen o
han tenido un costo insólito e inadmisible para un país pobre
como Colombia. No solo son inadecuadas, por las razones
expuestas, sino exorbitadamente costosas.
La solución
está a la mano en modelos desarrollados y experimentados en
planes piloto nacionales (incluyendo sitios remotos) de
publicaciones periódicas (portales) para profesionales y para
la comunidad y en cursos virtuales integrales con tecnología
multimedial de punta, desarrollados a un costo que representa
una mínima fracción de las cifras citadas.
La educación médica
continua debe basarse en publicaciones digitales o electrónicas
de actualización permanente que coloquen al profesional en el
ámbito científico internacional, ajustado a nuestra realidad y
en cursos integrales, con metodología de educación virtual del
adulto (constructivismo) sobre infinidad de temas y utilizando
multimedia e interactividad.
Ninguna
institución u organización puede arrogarse la capacidad de
producir esos materiales en todos los campos y para todos los
profesionales y estudiantes de la salud. Pretender que puede
hacerlo es arrogancia fruto de ignorancia e inexperiencia.
Para
desarrollar el tipo de programas de educación médica continua
que el país requiere hay que contar con múltiples grupos o
equipos conformados por redactores, editores, diagramadores,
ilustradores, ingenieros de sistemas y de multimedia y de
asesores-expertos en las diferentes disciplinas.
El sistema de
salud debe asumir los costos de la producción de esos
contenidos y facilitar que lleguen a todos los profesionales
quienes, a su vez, deben estar obligados a demostrar su buen
uso, adopción y aplicación.
La manera ideal
de verificar el buen uso de la educación médica continua es
mediante créditos de educación continua, válidos para la
recertificación periódica, administrada y otorgada por el
Estado. Así lo están haciendo muchos países y para otros,
como la Comunidad Europea, es motivo de preocupación en el
momento.
Como requisito sine
qua non los costos deben ser morigerados y acordes con la
realidad de un país pobre, con recursos económicos limitados.
Los
profesionales y las organizaciones participantes en la educación
continua deben dar ejemplo de modestia y no esperar que esa
educación sea una mina de oro como lo ha sido hasta ahora
cuando el mecenazgo, que han recibido unos pocos, ha estado en
manos de multinacionales con intereses económicos en la educación.
En la nueva era
se trata de educar masivamente a costos asequibles. Todo quien
demuestre que puede hacerlo bien que lo haga.
Jorge
E. Maldonado MD, PhD, FACP
Editor
Publicaciones ILADIBA