Vicepresidencia
de Educación de la Federación Médica Colombiana y
1er.
año de gestión
en educación
médica: Llegó la hora de rectificar. |
Editorial
de ILADIBA
Los médicos y la
medicina que Colombia necesita
Aunque la Ley 100 de 1993 marcó
como derrotero de la medicina colombiana la atención primaria,
ese propósito no se ha cumplido. El momento es oportuno para que
haya un timonazo y se cambie el rumbo de una vez por todas.
Hace exactamente 60 años había en
el país facultades de medicina, 4 estatales o públicas y una
privada, la Javeriana. Estaba por abrirse la de la Universidad del
Valle, la quinta pública.
En las 6 décadas que han
transcurrido, hemos llegado a 54 facultades de medicina, de las
cuales unas 10 o 12 son públicas o estatales. Ello quiere decir
que el crecimiento de las privadas ha sido de 40 veces (4000%), en
tanto que las públicas solamente han crecido 200%, el doble o un
poco más.
Incumbe al Estado colombiano asumir
de una mejor manera la educación de los médicos y de los
profesionales afines, de un modo que permita a bachilleres de los
estratos socioeconómicos bajos acceder a la educación
profesional médica.
En la actualidad las matrículas,
que en medicina oscilan entre 5 y 15 millones de pesos el
semestre, son una barrera para el nivel económico bajo de la
sociedad.
Hace 60 años el estudiante de
medicina comenzó a tener la obligación social del servicio
rural. Financiar la educación de pregrado permitía al Estado
comprometer a los médicos egresados a regresar a trabajar en
atención primaria en sus regiones o zonas de origen o en áreas
necesitadas.
De antaño, la enseñanza de la
medicina se ha centrado en el hospital. Error mundial grave,
cuando en realidad la mayoría de los pacientes acuden a
consultorios, ambulatorios, centros de salud o necesitan y merecen
atención en el hogar.
Ya hay ensayos en países como
Noruega y recientemente Estados Unidos, donde se han creado
facultades rurales o destinadas a servir sectores deprimidos y en
general dentro del concepto de atención primaria.
En otros casos, se ha modificado el
currículo de manera que en buena parte la enseñanza y el
aprendizaje práctico de la medicina se hace en ambulatorios o
consultorios.
Centenares de patologías, las más
comunes, no se ven en el hospital y por ende, a los jóvenes
médicos de hoy no se les enseña cómo manejarlas, como lo han
anotado comentaristas de nuestros editoriales anteriores.
Nos atrevemos a hacer una propuesta
audaz pero en nada novedosa porque ha sido motivo de insistencia e
incumplimiento desde Alma Ata: que orientemos la educación de
pregrado hacia la atención primaria ambulatoria.
Se nos dirá que los cubanos lo han
estado haciendo y otros lo hicieron. Cierto pero, sin entrar en
polémica, digamos solo que anhelamos atención primaria con
educación de alto nivel (por ejemplo, 7 años de pregrado,
incluyendo por los menos un año de práctica y no solo 4 años).
Proponemos que, superadas las
ciencias básicas, el estudiante de medicina sea asignado a una de
dos vías: medicina ambulatoria general, familiar o de atención
primaria o extrahospitalaria y medicina hospitalaria y
especializada.
En el equipo del primer grupo o de
atención primaria estarían incluidos los especialistas
generalistas (de medicina de familia, internistas o del adulto,
pediatras o del niño y gineco-obstetras o de la mujer, así como
los cirujanos generales con énfasis en cirugía ambulatoria).
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